El 99% de las preparaciones que realiza el robot Apoteca, que incrementa de forma notable la productividad, tienen una precisión superior al 98%.
Las mejoras de procesos y seguridad del paciente oncolólogico, a través de la robotización de los tratamientos de quimioterapia, centró el primer desayuno de expertos de la última jornada del 61 Congreso Nacional de la Sociedad Española de Farmacia Hospitalaria (SEFH). “Estamos acostumbrados a ver soluciones de futuro pero no estamos tan acostumbrados a ver que el futuro ya ha llegado”, dijo el moderador del encuentro, José Luis Poveda, director del área de Clínica del Medicamento del Hospital Universitari i Politêcnic La Fe (Valencia).
“Los diferentes actores deben estar perfectamente coordinados ya que en oncología se unen diversas situaciones de máximo riesgo, además de la propia situación clínica del paciente”, aseguró, considerando que efectivamente en la aplicación de este tipo de tratamientos se da la “tormenta perfecta”. Por ello, encontrar soluciones que minimicen los riesgos en la seguridad de los trabajadores que preparan los tratamientos de quimioterapia es “tremendamente importante”.
Una de esas soluciones es el robot Apoteca, que llegaba por primera vez a España en 2014, que prepara bolsas, jeringas e infusores con preparados antioncológicos, dentro de un sistema cerrado e informatizado, y que es capaz de leer los códigos de barras de los viales.
El carácter internacional de este desayuno fueron las experiencias relatadas por Nicola Nigri y Samuel V. Calabrese, farmacéuticos en la Azienda Ospedaliera di Perugia (Italia) y en la Clínica Cleveland de Ohio (Estados Unidos). Nigri explicó que desde que se adquirió el robot Apoteca, en septiembre de 2014, ha incrementado de manera considerable la productividad (de 102 a 375 preparaciones en solo una semana) y que casi el 99% tienen una precisión superior al 98%. Con Calabrase, coincidió en señalar que la principal ventaja de la automatización es el alto nivel de seguridad que se consigue en el entorno, para los trabajadores y para el paciente, “permitiendo además evitar errores a través de un reconocimiento automático de los productos y de un sistema de trazabilidad desde las prescripción hasta la administración por código de barras”.
En opinión de Nigri, “permite un control completo de todas las operaciones y, en cada una, genera informes con diferentes parámetros”. Para Calabrese, que explicó que la clínica en la que trabaja implantó este robot en 2011, “también es importante la identificación del producto y por eso se incluye ese código de barras, además de la precisión, la trazabilidad y el hecho de que los trabajadores no tienen por qué estar manejando residuos ni productos infecciosos”. El siguiente paso, según Negri, pasa por seguir impulsando la comunidad Apoteca, que surgió en 2009 y que tiene como objetivos la mejora de la robótica farmacéutica y el intercambio de experiencias.
Foto: Nicola Nigri, Samuel Calabrese, José Luis Poveda y Montserrat Rey.
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